martes, 2 de agosto de 2011

Día 6: Ubud – 29/07/11

El día de hoy lo vamos a dedicar a pasear por los alrededores de Ubud y a disfrutar de las pequeñas cosas que este pequeño pueblo y sus gentes nos ofrecen. Nos hemos levantado a las 7:30 como todas las mañanas desde que estamos en Ubud, pusimos el despertador a esa hora y ya no lo hemos cambiado, debe ser que estamos de vacaciones y nos da un poco de pereza. El desayuno lo viene a preparar un chico muy amable que después nos lo sirve en la terracita de nuestra casa.

Después de desayunar nos quedamos un ratito relajándonos en casa, y tras preparar la mochila con los chubasqueros nos ponemos en marcha hacia un recorrido que empieza en la calle Kajeng paralela al Palacio Real de Ubud. Nos adentramos hacia el norte y pronto dejamos atrás las últimas viviendas del centro de Ubud.


Realmente, Ubud no es un sitio muy grande pero la primera impresión es un poco caótica, con su calle principal atestada de coches y motos todos pitando para hacerse sitio donde no lo hay. Pero al andar por sus callejuelas te das cuenta de que si te alejas un poco del centro todo es bastante más tranquilo y agradable. Y esto lo comprobamos al subir una pequeña cuesta y de pronto encontrarnos en medio de un paisaje totalmente diferente, mires donde mires sólo ves campos de arroz de un verde intenso, bordeados por cocoteros y alguna que otra pequeña caseta que los agricultores utilizan para guardar sus utensilios y protegerse de la lluvia.


Seguimos andando y el camino se convierte en un pequeño sendero que pasa al lado de una acequia de riego, quinientos metros mas adelante el sendero atraviesa un pequeño bosque de palmeras y demás plantas tropicales que hacen que la luz del sol difícilmente llegue hasta el suelo. Al salir del bosque tenemos dos opciones, o cruzar el río por un pequeño puente o subir de nuevo a los campos de arroz. Decidimos subir e investigar un poco por los arrozales, cuando subimos vemos a varios agricultores y nos acercamos para ver que están haciendo y hacer algunas fotos. Al parecer los turistas no deben llegar tan lejos porque al vernos, piensan que estamos perdidos y nos indican la dirección de Ubud, que simpáticos!!. Hacemos algunas fotos y seguimos andando hasta que empieza a llover, menos mal que habíamos traído los chubasqueros porque la lluvia empieza flojita y termina siendo un buen chaparrón.


La pena es que nos tenemos que volver sin poder ver una escena típica de esta zona, aquí los campesinos tienen corrales con patos que cuando el arroz esta más crecido sacan a pastorear por los campos para que éstos se coman todos los insectos, caracoles y demás bichos que encuentren en los arrozales, esto si que es agricultura ecológica! y además cuando están bien gordos se los comen, que están bien buenos.

En el camino de vuelta a Ubud vemos como algunos campesinos secan la corteza de los cocos al sol para luego usarlas como combustible para cocinar, calentarse, etc.



Volvemos a Ubud para comer algo en el restaurante Casa Luna, que es uno de nuestros restaurantes favoritos no sólo por la comida que es estupenda, también por sus famosos “Lime Ginger Ale” que son los mejores que hemos probado, además de sus “Cinamon-roll” que una vez que los pruebas no puedes dejar de pensar en ellos. Es como una caracola rellena de pasas, mucha canela y azúcar glass por todas partes, mmm… deliciosos!!

Después de comer fuimos a ver algunas tiendas para hacer tiempo hasta que fueran las 18:30, hora a la que habíamos quedado con Begoña para ir a ver las danzas Jegog, son sus preferidas y no queríamos perdérnoslas. Lo más espectacular de estas danzas es la música, ya que se llena el escenario con instrumentos de diferentes tamaños compuestos de cañas de bambú de todos los tamaños y grosores. Golpeando estas cañas de bambú consiguen hacer una música muy característica que consigue atraparte atento a lo que pasa en el escenario. Y para terminar te permiten subirte al escenario y ponerte debajo de estos instrumentos mientras los tocan por lo que puedes realmente sentir la música y sus vibraciones. La verdad es que fue una experiencia muy agradable.



Al terminar el espectáculo y tras charlar un ratito con Begoña nos despedimos de ella y la animamos a seguir desempeñando esa labor tan importante con los niños y jóvenes discapacitados en la Ong Kupu Kupu .

Para acabar la noche cenamos en el restaurante Mumbul y nos fuimos a descansar. 

2 comentarios:

  1. Sigo diciendo que me flipan los trajes de las bailarina... que bónitos
    Y ahora la nota repelente (es que si no lo digo reviento jeje): las casas donde los agricultores guardan los utensilios de labranza se llaman casas de aperos, ahora traducidlo a balinés :-)

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  2. y Juanan, ya se que bonito no llevo acento jaja, es que se me ha "colao"

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